lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Será tranquila y pura? parte I


¿Será tranquila y pura?

¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma
¿qué otra pasión me espera?
¿será tranquila y pura?
¡¡si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!!
Federico García Lorca
I

«Actores, no hay profesión más promiscua que las artes escénicas» pensó Alfonso Ordaz mientras se encontraba atado en una vieja silla, era un mueble viejo, pero cómodo, «Si voy a pasarla mal, que sea con orgullo». Alfonso se encontraba en una mansión de lujo, en el cruce de Homero y Pedro Calderón de la Barca en la colonia Polanco, como usted sabrá, querido lector, dicha mansión tiene notable relevancia en el cine mexicano, y si ignora el dato, no se preocupe, será mencionado más tarde.
Se escuchó a alguien bajar las escaleras, Alfonso imaginó lo peor, tal vez sacarían una batería de auto y electrificarían sus gónadas, o quizá lo harían probar agua mineral en el trasero. Sin embargo, ningún horror se comparaba con el que ya estaba viviendo, el sufrimiento del rechazo y la conmiseración.
La habitación estaba muy bien alumbrada para ser un sótano, así que no habría interrogatorio, a final de cuentas era obvio por qué estaba ahí, como en otras ocasiones, metió la pata donde no debía, ¿Y qué es lo que debe hacer un hombre enamorado? ¿Dejar que su amada sea participe en aquellas orgías del Jet-set? Se abrió la puerta, y un joven con cara de simio (semejante a un chimpancé) apareció en el lujoso cuarto.
-¿La estás pasando bien?
Alfonso no contestó, fue pillado cuando entro a la residencia buscando desesperadamente a Liliana, logró infiltrarse gracias a que confundió al personal de seguridad estacionando una camioneta Hummer que era de la propiedad del padrastro de su acompañante de su muy patética aventura, Fernando Espada, él iba conduciendo, mientras Alfonso fraguaba un improvisado plan; engañando al servicio con la ridícula excusa de «Sí estoy en la lista de invitados ¿no me reconoce? ¡Soy el imitador oficial de Daniel Radcliffe!», confundidos, los dejaron pasar, aunque no dejaron de vigilarlos, hasta que se dieron cuenta de que los dos sujetos no eran celebridades de ningún tipo, todavía no atrapaban a Fernando.
En medio de biombos japoneses, vasijas de la dinastía Ming, un cofre del tesoro sacado de alguna novela de Stevenson y una vieja armadura de un caballero, Alfonso y el joven con rostro de homínido (sin evolucionar) se miraron frente a frente, no era la primera vez, ya lo habían hecho en la entrada de un restaurante, en el porche de una unidad habitacional, y en la primera fila de un teatro, los dos esperando a la misma persona, Liliana.
-Pronto encontraremos a tu amigo, para que te haga compañía -rió mientras sostenía en el brazo izquierdo lo que parecía ser un LP-, no llamaremos a las autoridades en este momento, no queremos que arruinen la diversión.
El nombre del pederasta era Cristian A. Maldonado, llevaba una camisa de colores chillones muy pegada y en medio le colgaban uno horribles lentes oscuros. Se escuchaba lejana la música de la fiesta, se alcanzaban a sentir los rebotes de los bajos. Alfonso notó que a su izquierda había una vieja vitrola RCA Víctor de 1910, del otro lado se veía un arrumbado cuadro que parecía ser de la autoría de José Luis Cuevas.
-Velo de esta manera, no puedes salir del cuarto no porque no quieras salir, ¡Sino porque no puedes salir!
El oscuro chiste no le hizo gracia a lo que contestó.
-Ya dime dónde tienes al oso, el que sale en la película.
-Aún conservas el sentido del humor, este... ¿Cuál es tu nombre? Bueno, da igual -empezó a quitar con la mano el polvo y las telarañas que había en la aguja de la vieja vitrola-. Un amigo me dice que lo enterraron en el jardín, otros me dijeron que lo donaron al zoológico de Chapultepec, puede que aparezca su espíritu, dicen que devora niños en las noches de luna llena, ¡Con eso las nanas de la colonia duermen a los niños! ¡El oso del Ángel exterminador te comerá si no duermes!
Mientras Cristian daba cuerda al aparato, Alfonso preguntó.
-¿Ella sabe que estoy aquí?
-No, pero no te preocupes, pasaré la noche con ella, así que no estará sola.
Conservando la tenacidad contestó:
-¡Con que pasará la noche con Un mexicano más! ¿No es así?
Cristian contuvo sus ganas de abofetearlo.
-Pondré un poco de música ¡Qué lo disfrutes!
-¡Tú lo haz dicho! ¡La vida es una canción!
Cristian cerro con furia la puerta del sótano, dejando a su prisionero acompañado de un familiar ruido.
-¡Maldita sea! ¡Es Enter Sandman de Metallica!
Sonaba mucho más vieja de lo que realmente era, como si Porfirio Diaz escuchará metal, sentado en su trono, meneando su calva con los poderosos riffs de James Hetfield y Kirk Hammett.
Sólo resta esperar a que la fiesta terminé y Cristian me entregue a las autoridades por allanamiento de morada” pensó mientras escuchaba The Unforgiven “¿Cómo dice la canción? ¡Ya nada más importa!”
Desde hace mucho había perdido la esperanza, ¿Qué se puede hacer cuando una ilusión se esfuma de las manos? Liliana lo era todo; hermosa, inteligente y talentosa. Pero como todas las mujeres, tenía la debilidad de ser siempre el foco de atención. Cristian podía llevarla a fiestas y reuniones con la farándula, y no hay nada más seductor para una joven actriz, que ser admirada por los de su gremio, aun cuando muchos, sino todos, se podría decir que pertenecían “a la nobleza más baja” del medio artístico.
Justo cuando la angustia se hacia más latente, en medio de un cuarto medio obscuro, lleno de antigüedades, la puerta se abrió, creía que era su antagonista o algún miembro del personal, dispuesto a poner el lado “B” del disco, para que su desdicha fuera mucho más leve, tal fue su sorpresa que quien estaba bajando las escaleras era su mejor amigo Fernando, a quien creía que también lo habían capturado.
-Justo para escuchar Don't tread on me -dijo.
-¡Enhorabuena! Debo tener algún Serafín que me cuida.
-Bueno... A cada quien su santo.
Desamarró con rapidez a su amigo, sintiéndose intrigado por la gran cantidad de chácharas ocultas en el sótano de una mansión. Ambos se sintieron asustados al escuchar las desafinadas notas de un piano.
-Seguramente una rata camino por las teclas del viejo Bosendorfer.
-Mientras no toqué la sonata de Paradisi todo está bien -contestó Alfonso.
-Supongo que no hay tiempo de voltear el disco y poner Nothing else matters.
-No hay tiempo que perder, por cierto, ¿Cómo fue que me encontraste?
-Me infiltré con mayor facilidad, de hecho, el ciego que canta ópera me invitó un trago -saco un cigarro de su bolsillo y lo encendió -. Escuché a uno de los esbirros de tu amigo, un tal Carlo Magno, le preguntó a Cristian en dónde te había dejado y éste respondió que estabas en el sótano. Yo estaba atrás de ellos tomando unos tragos en la barra, alcancé a escuchar que la puerta del sótano estaba vigilada, por lo que le pedí a uno de mis nuevos amigos, creo que un actor de telenovelas llamado Yahir que me mostrará el lugar donde filmaron “el ángel exterminador”. Él me contestó que era un área restringida, yo le dije que sólo quería echar un vistazo, como buen admirador de Buñuel que soy -dio una gran bocanada de humo y continuó-. Sólo había una persona cuidando, no era precisamente parte del personal de seguridad, más bien parecía otro de los patiños de tu querido amigo, Yahir se retiró de inmediato, dijo que esa película le causaba pesadillas.
-Y bueno, ¿qué más pasó?
-Take it easy my friend, al ver que no era del personal, le engañe diciendo que ahora era mi turno de cuidar la puerta, aparte le dije que Maite Perrioni había llegado y que perdería la oportunidad de tener un autógrafo, no pensé que funcionaría.
-Gracias.
-Antes de salir, no seas tan obvio, yo te cuidaré las espaldas, buscala con cautela, no andes preguntando por todos lados por tu Liliana.
-¿Entonces no la viste?
-¡Cómo voy a saber! No la conozco, había muchísimas mujeres ahí, la gran mayoría, muy bonitas. Ciertamente estuve apunto de ligarme a una, pero obviamente tenía que rescatarte.
Fernando era un poco mentiroso, así que no le hizo mucho caso, siempre le gustaba alardear de todo.
Antes de cruzar la línea, Alfonso recordó la película, aquella habitación tenía algo de tétrico, un ambiente que muchas personas considerarían como “pesado”, dudó unos segundos antes de cruzarla.
-¿Pasa algo?
-Sí, mi conciencia me dice que es mejor huir, dejar que Cristian o algún otro sujeto abuse de Liliana, de todas maneras es eso lo que busca, sin embargo, sería una pena retirarme ahora que he llegado tan lejos. No hay peor cosa que estar enamorado de la belleza -recordó la canción de Enter Sandman a su vez esa canción le recordaba uno de sus relatos favoritos “El hombre de arena”-. Estar enamorado de una actriz, es casi como estarlo de un maniquí, siempre bella, altanera y fría. Separados por el frío vidrio de un anaquel, en este caso, el frío vidrio del prejuicio y la indiferencia, sólo resta contemplarla a lo lejos, como un vagabundo observa a esos muñecos fríos, en mi caso, viéndola desde un palco, ¡Una muñeca viva que canta, baila y actúa! Es lo que refleja su exterior lo que embruja a todos los hombres, su delicada silueta paseando sobre nuestros ojos, incluso de nuestros sueños, y aquella mirada fría, que pareciera que no tiene más ojos que para un espejo, la única cosa que puede representar fielmente su belleza. Deberías verla en un escenario, ¡Brilla como una estrella!
Desconcertado Fernando preguntó.
-¿Qué le dirás cuando la veas?
-No lo sé, nunca planeó los finales -se le vinieron a la memoria escenas de la película y agregó-, ¿Crees que podamos salir? No somos burgueses, lo cual ya es una ventaja.
-Vamos sólo es una película.
-¿Salimos a la cuenta de tres?
-Lo que tú digas.
Ambos contaron hasta tres, y al unisono salieron de la habitación.
-¿Ves? No era tan difícil.
-Me preguntó si en uno de los biombos estarán los cadáveres de la pareja que aparece en la película.
-¡Cuántas veces te tengo que decir que es sólo una historia!
Y los dos amigos abandonaron la habitación para embarcarse en una aventura todavía más rara y absurda que la del mismo “ángel exterminador”.

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