¿Será tranquila y pura?
¿Te
querré como entonces
alguna
vez? ¿Qué culpa
tiene
mi corazón?
Si
la niebla se esfuma
¿qué
otra pasión me espera?
¿será
tranquila y pura?
¡¡si
mis dedos pudieran
deshojar
a la luna!!
Federico
García Lorca
I
«Actores,
no hay profesión más promiscua que las artes escénicas» pensó
Alfonso Ordaz mientras se encontraba atado en una vieja silla, era un
mueble viejo, pero cómodo, «Si voy a pasarla mal, que sea con
orgullo». Alfonso se encontraba en una mansión de lujo, en el cruce
de Homero y Pedro Calderón de la Barca en la colonia Polanco, como
usted sabrá, querido lector, dicha mansión tiene notable relevancia
en el cine mexicano, y si ignora el dato, no se preocupe, será
mencionado más tarde.
Se
escuchó a alguien bajar las escaleras, Alfonso imaginó lo peor, tal
vez sacarían una batería de auto y electrificarían sus gónadas, o
quizá lo harían probar agua mineral en el trasero. Sin embargo,
ningún horror se comparaba con el que ya estaba viviendo, el
sufrimiento del rechazo y la conmiseración.
La
habitación estaba muy bien alumbrada para ser un sótano, así que
no habría interrogatorio, a final de cuentas era obvio por qué
estaba ahí, como en otras ocasiones, metió la pata donde no debía,
¿Y qué es lo que debe hacer un hombre enamorado? ¿Dejar que su
amada sea participe en aquellas orgías del Jet-set? Se abrió la
puerta, y un joven con cara de simio (semejante a un chimpancé)
apareció en el lujoso cuarto.
-¿La
estás pasando bien?
Alfonso no contestó, fue pillado cuando entro a la residencia
buscando desesperadamente a Liliana, logró infiltrarse gracias a que
confundió al personal de seguridad estacionando una camioneta Hummer
que era de la propiedad del padrastro de su acompañante de su muy
patética aventura, Fernando Espada, él iba conduciendo, mientras
Alfonso fraguaba un improvisado plan; engañando al servicio con la
ridícula excusa de «Sí estoy en la lista de invitados ¿no me
reconoce? ¡Soy el imitador oficial de Daniel Radcliffe!»,
confundidos, los dejaron pasar, aunque no dejaron de vigilarlos,
hasta que se dieron cuenta de que los dos sujetos no eran
celebridades de ningún tipo, todavía no atrapaban a Fernando.
En
medio de biombos japoneses, vasijas de la dinastía Ming, un cofre
del tesoro sacado de alguna novela de Stevenson y una vieja armadura
de un caballero, Alfonso y el joven con rostro de homínido (sin
evolucionar) se miraron frente a frente, no era la primera vez, ya lo
habían hecho en la entrada de un restaurante, en el porche de una
unidad habitacional, y en la primera fila de un teatro, los dos
esperando a la misma persona, Liliana.
-Pronto encontraremos a tu amigo, para que te haga compañía -rió
mientras sostenía en el brazo izquierdo lo que parecía ser un LP-,
no llamaremos a las autoridades en este momento, no queremos que
arruinen la diversión.
El
nombre del pederasta era Cristian A. Maldonado, llevaba una camisa de
colores chillones muy pegada y en medio le colgaban uno horribles
lentes oscuros. Se escuchaba lejana la música de la fiesta, se
alcanzaban a sentir los rebotes de los bajos. Alfonso notó que a su
izquierda había una vieja vitrola RCA Víctor de 1910, del otro lado
se veía un arrumbado cuadro que parecía ser de la autoría de José
Luis Cuevas.
-Velo de esta manera, no puedes salir del cuarto no porque no quieras
salir, ¡Sino porque no puedes salir!
El
oscuro chiste no le hizo gracia a lo que contestó.
-Ya
dime dónde tienes al oso, el que sale en la película.
-Aún
conservas el sentido del humor, este... ¿Cuál es tu nombre? Bueno,
da igual -empezó a quitar con la mano el polvo y las telarañas que
había en la aguja de la vieja vitrola-. Un amigo me dice que lo
enterraron en el jardín, otros me dijeron que lo donaron al
zoológico de Chapultepec, puede que aparezca su espíritu, dicen que
devora niños en las noches de luna llena, ¡Con eso las nanas de la
colonia duermen a los niños! ¡El oso del Ángel exterminador te
comerá si no duermes!
Mientras Cristian daba cuerda al aparato, Alfonso preguntó.
-¿Ella sabe que estoy aquí?
-No,
pero no te preocupes, pasaré la noche con ella, así que no estará
sola.
Conservando la tenacidad contestó:
-¡Con que pasará la noche con Un mexicano más!
¿No es así?
Cristian contuvo sus ganas de abofetearlo.
-Pondré un poco de música ¡Qué lo disfrutes!
-¡Tú
lo haz dicho! ¡La vida es una canción!
Cristian cerro con furia la puerta del sótano, dejando a su
prisionero acompañado de un familiar ruido.
-¡Maldita sea! ¡Es Enter
Sandman de Metallica!
Sonaba mucho más vieja de lo que realmente era, como si Porfirio
Diaz escuchará metal, sentado en su trono, meneando su calva con los
poderosos riffs de James Hetfield y Kirk Hammett.
“Sólo resta esperar a que la
fiesta terminé y Cristian me entregue a las autoridades por
allanamiento de morada” pensó mientras escuchaba The
Unforgiven “¿Cómo dice la
canción? ¡Ya nada más importa!”
Desde hace mucho había perdido la esperanza, ¿Qué se puede hacer
cuando una ilusión se esfuma de las manos? Liliana lo era todo;
hermosa, inteligente y talentosa. Pero como todas las mujeres, tenía
la debilidad de ser siempre el foco de atención. Cristian podía
llevarla a fiestas y reuniones con la farándula, y no hay nada más
seductor para una joven actriz, que ser admirada por los de su
gremio, aun cuando muchos, sino todos, se podría decir que
pertenecían “a la nobleza más baja” del medio artístico.
Justo cuando la angustia se hacia más latente, en medio de un
cuarto medio obscuro, lleno de antigüedades, la puerta se abrió,
creía que era su antagonista o algún miembro del personal,
dispuesto a poner el lado “B” del disco, para que su desdicha
fuera mucho más leve, tal fue su sorpresa que quien estaba bajando
las escaleras era su mejor amigo Fernando, a quien creía que también
lo habían capturado.
-Justo para escuchar Don't
tread on me -dijo.
-¡Enhorabuena! Debo tener algún
Serafín que me cuida.
-Bueno... A cada quien su
santo.
Desamarró con rapidez a su amigo,
sintiéndose intrigado por la gran cantidad de chácharas ocultas en
el sótano de una mansión. Ambos se sintieron asustados al escuchar
las desafinadas notas de un piano.
-Seguramente una rata camino por las
teclas del viejo Bosendorfer.
-Mientras no toqué la sonata de
Paradisi todo está bien
-contestó Alfonso.
-Supongo que no hay tiempo de
voltear el disco y poner Nothing else matters.
-No
hay tiempo que perder, por cierto, ¿Cómo fue que me encontraste?
-Me
infiltré con mayor facilidad, de hecho, el ciego que canta ópera me
invitó un trago -saco un cigarro de su bolsillo y lo encendió -.
Escuché a uno de los esbirros de tu amigo, un tal Carlo Magno, le
preguntó a Cristian en dónde te había dejado y éste respondió
que estabas en el sótano. Yo estaba atrás de ellos tomando unos
tragos en la barra, alcancé a escuchar que la puerta del sótano
estaba vigilada, por lo que le pedí a uno de mis nuevos amigos, creo
que un actor de telenovelas llamado Yahir que me mostrará el lugar
donde filmaron “el ángel exterminador”. Él me contestó que era
un área restringida, yo le dije que sólo quería echar un vistazo,
como buen admirador de Buñuel que soy -dio una gran bocanada de humo
y continuó-. Sólo había una persona cuidando, no era precisamente
parte del personal de seguridad, más bien parecía otro de los
patiños de tu querido amigo, Yahir se retiró de inmediato, dijo que
esa película le causaba pesadillas.
-Y bueno, ¿qué más pasó?
-Take it easy my friend,
al ver que no era del personal,
le engañe diciendo que ahora era mi turno de cuidar la puerta,
aparte le dije que Maite Perrioni había llegado y que perdería la
oportunidad de tener un autógrafo, no pensé que funcionaría.
-Gracias.
-Antes de salir, no seas tan obvio, yo te cuidaré las espaldas,
buscala con cautela, no andes preguntando por todos lados por tu
Liliana.
-¿Entonces no la viste?
-¡Cómo voy a saber! No la conozco, había muchísimas mujeres
ahí, la gran mayoría, muy bonitas. Ciertamente estuve apunto de
ligarme a una, pero obviamente tenía que rescatarte.
Fernando era un poco mentiroso, así que no le hizo mucho caso,
siempre le gustaba alardear de todo.
Antes de cruzar la línea, Alfonso recordó la película, aquella
habitación tenía algo de tétrico, un ambiente que muchas personas
considerarían como “pesado”, dudó unos segundos antes de
cruzarla.
-¿Pasa algo?
-Sí,
mi conciencia me dice que es mejor huir, dejar que Cristian o algún
otro sujeto abuse de Liliana, de todas maneras es eso lo que busca,
sin embargo, sería una pena retirarme ahora que he llegado tan
lejos. No hay peor cosa que estar enamorado de la belleza -recordó
la canción de Enter Sandman a
su vez esa canción le recordaba uno de sus relatos favoritos “El
hombre de arena”-.
Estar enamorado de una actriz, es casi como estarlo de un maniquí,
siempre bella, altanera y fría. Separados por el frío vidrio de un
anaquel, en este caso, el frío vidrio del prejuicio y la
indiferencia, sólo resta contemplarla a lo lejos, como un vagabundo
observa a esos muñecos fríos, en mi caso, viéndola desde un palco,
¡Una muñeca viva que canta, baila y actúa! Es lo que refleja su
exterior lo que embruja a todos los hombres, su delicada silueta
paseando sobre nuestros ojos, incluso de nuestros sueños, y aquella
mirada fría, que pareciera que no tiene más ojos que para un
espejo, la única cosa que puede representar fielmente su belleza.
Deberías verla en un escenario, ¡Brilla como una estrella!
Desconcertado Fernando preguntó.
-¿Qué le dirás cuando la veas?
-No lo sé, nunca planeó los finales -se le vinieron a la memoria
escenas de la película y agregó-, ¿Crees que podamos salir? No
somos burgueses, lo cual ya es una ventaja.
-Vamos sólo es una película.
-¿Salimos a la cuenta de tres?
-Lo que tú digas.
Ambos contaron hasta tres, y al unisono salieron de la habitación.
-¿Ves? No era tan difícil.
-Me preguntó si en uno de los biombos estarán los cadáveres de
la pareja que aparece en la película.
-¡Cuántas veces te tengo que decir que es sólo una historia!
Y los dos amigos abandonaron la habitación para embarcarse en una
aventura todavía más rara y absurda que la del mismo “ángel
exterminador”.
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