Sobre
“Private Life of Sherlock Holmes” dirigida por Billy Wilder
Si me
pidieran que escogiera a mi director de cine favorito, me vería en
un verdadero aprieto, son muchas las películas que me gustan y de
tan variados autores, que sería de suma dificultad precisar qué
director es el que más me satisface. Sin embargo, si me formularan
la pregunta y tuviera que responder de inmediato, dos nombres me
vendrían a la mente, Alfred Hitchcock y Billy Wilder, y como de
Hitchcock ya hice una reseña (no muy buena por cierto) ahora toca el
turno de Wilder y una de sus películas no tan conocidas.
Private Life of Sherlock Holmes (o la vida privada de Sherlock
Holmes) fue para mí una increíble y muy agradable sorpresa. De
todas las películas y series que he visto inspiradas en el famoso
detective (Basil Rathbone y Charlton Heston han hecho excepcionales
interpretaciones de nuestro querido detective) ninguna me conmueve
tanto, como la paráfrasis que hace Wilder del misterioso personaje
de Conan Doyle, enfocándose principalmente en un aspecto nada
explorado por otros directores, su vida privada. Desde su singular
inicio, cuando un Watson con voz en off nos narra que mantuvo inédito
un caso debido a la controversia que puede causar, por lo tanto,
decidió mantenerlo oculto. No es hasta que varias décadas después
de su muerte se abre la caja que contiene dicho relato y uno que otro
artículo personal (entre ellos, la jeringa con la que se metía sus
dosis de heroína) de quién el mismo Watson relata que “Fue la
persona que convirtió la deducción en un arte, el único y más
grande detective privado, Sherlock Holmes”. La historia comienza
con un terriblemente fastidiado y deprimido Sherlock (interpretado
por el genial Robert Stephens) que se queja de que no ha aparecido
un caso que pueda estar a la altura de su intelecto, aparte de que le
echa en cara a Watson (un satírico Colin Blakely) todos los mitos
que se le han achacado a su persona: su altura, su vestimenta (culpa
del ilustrador), que lo tache de drogadicto (sólo se inyecta heroína
cuando está aburrido), su virtuosismo en el violín, la exageración
de sus relatos y en especial, su misoginia: Sherlock admite que le
gustan las mujeres, sólo que desconfía de ellas (como bien dice:
“te guiñen los ojos mientras le ponen arsénico a tu sopa”), las
cosa se pone divertida cuando por insistencia de Watson, acepta ir a
una presentación del Ballet ruso, donde la bailarina estrella,
Madama Petrova, tiene un “caso” muy peculiar, quiere tener un
hijo, pero anda todavía buscando un posible padre, y de entre la
larga lista de famosos candidatos (entre ellos Nietzche y
Tchaikovsky, de éste último resulto que “las mujeres no eran su
debilidad”), el señor Holmes fue de los últimos prospectos, así
que le ofrecen un Stradivarius a cambio de... su esperma
prácticamente, nuestro detective, pues... busca alguna excusa para
liberarse de tan embarazosa situación, llega incluso a alegar que es
hemofílico, pero ya en su desesperación por rechazar su nuevo y
galante caso, “confiesa” que él y el doctor Watson son más que
compañeros de aventuras, conclusión que los lectores más mal
pensados de los casos de Sherlock Holmes ya habían dilucidado, en
fin, esto desata la ira del pobre doctor Watson, quien la estaba
pasando bien con unas ballerinas tras bambalinas. También plantea
una duda en la mente de Watson ¿Será Sherlock Holmes una máquina
pensante incapaz de sentir emociones? ¿Cómo es su relación con las
mujeres? Estás preguntas no tienen respuesta hasta que una amnésica
y muy atractiva cliente aparece en la residencia de la calle Baker,
poniendo por fin a trabajar la desocupada mente del mejor y más
famoso detective, y conforme avanza la película, descubrirán una
red de conspiraciones que los llevarán directamente a Escocia (con
todo y monstruo del lago ness) y a vislumbrar un secreto que pondrá
en peligro al imperio británico.
Si
bien la trama puede estar ligeramente inspirada en el relato
“Escándalo en Bohemia” (según yo) lo cierto es que es una
historia original que sólo el duo Wilder-Diamond pueden ofrecer. La
película tiene todos los detalles que hacen de Wilder un maestro:
una gran belleza en la fotografía (las locaciones de Inverness son
impecables), memorables escenas (chequen la sensual parte donde la
amnésica cliente intenta seducir sin mucho éxito a un castísimo
Sherlock) el socarrón y muy negro humor característico de este
genial director y sobre todo, ese aire melancólico y agridulce,
siempre presentes en cada uno de sus filmes.
Pienso que es un clásico que debe ser revalorizado y una película
imprescindible para todos los fanáticos de Billy Wilder, La vida
privada de Sherlock Holmes no es sólo una de las mejores películas
que se hayan hecho sobre el más famoso detective inglés (con perdón
del Padre Brown), sino que también es, por mucho, una de mis
películas favoritas.