El
deceso de Ray Bradbury me afectó de una manera que quizá muchos no
entenderán, intentaré explicar está singular cuita de la manera
más sencilla y honesta posible. Hoy seis de junio del 2012, me
levanté al medio día con la peor de las noticias, uno de mis más
grandes ídolos de la literatura, Ray Bradbury, fallecía a los 91
años, la noticia me la pasó mi amigo Adrián de la Rosa vía
Facebook (gran fan también). Me quedé desconcertado varios minutos,
la razón, venía pronosticando su muerte desde hace ya algunos
meses. Poco antes de la muerte de Carlos Fuentes, pensé “ya no nos
queda mucho Bradbury” y cada día miraba la página de noticias CNN
con preocupación. Con un poco de humor negro, diré que por fortuna,
murió primero el ilustre mexicano.
Ahora con la muerte de este sensacional y excelente autor de
literatura fantástica, siento una honda tristeza y nostalgia, porque
es comparable a la de perder un viejo amigo o la de un conocido que
valorabas mucho. Yo de verdad amé su trabajo. De niño, leía
únicamente historietas (yo iba en la primaria y curiosamente, mi
lectura favorita eran las tiras cómicas de El Santos de Jis y Trino,
lectura no apta para menores, y que casualmente, el amigo que me paso
la triste noticia, trabaja en el desarrollo de la película animada)
y revistas de divulgación científica y de videojuegos, los libros
sin ilustraciones nunca me llamaron la atención. Aunque recuerdo mi
primer acercamiento a Bradbury, fue (no lo van a creer) en los libros
de texto gratuito en los suplementos de lectura, en uno de ellos
(creo fue en el de quinto o sexto, no recuerdo), había un fragmento
de Ylla, cuento que viene en las “Crónicas Marcianas”, que sólo
narraba la casa de cristal de la señora K. Posteriormente, en
segundo año de secundaria, una profesora de español nos contó una
versión muy reducida de “Farenheit 451” olvidando mencionar el
nombre del autor. Pero el verdadero acercamiento a Bradbury llegó
por sugerencia de mi tío Iván, quien me adentró en el mundo de los
videojuegos, el metal y The Cure. En ese entonces, a mis trece años,
no era un lector de libros, pero mi tío me hablaba maravillas de él,
así que investigando en la biblioteca de mi casa, encontré varios,
entre ellos “Fantasmas de lo nuevo”, al comenzar la lectura no
sabía lo que me esperaba: máquinas en el tiempo (el invento
Kilimanjaro) , abuelas robóticas (canto el cuerpo eléctrico), bebes
nacidos en una dimensión alterna (el niño del mañana) y otros
maravillosos esperpentos me abrían un nuevo y maravilloso universo.
Creo que mis primeras lecturas de ciencia ficción fueron 2001 odisea
espacial de Arthur C. Clarke y Dune de Frank Herbert, pero Bradbury
poseía una voz tan íntima, tan personal, que caí irremediablemente
enamorado de esos viajes fantásticos y a la vez tan cercanos y
familiares, que durante mucho tiempo no quise leer otra cosa más que
libros de Ray Bradbury. Pero cuando leí Crónicas Marcianas, ¡Oh
dios! Fue una revelación para un triste y solitario muchacho de
trece años, con frenos en los dientes y anteojos. Los mundos
imaginarios en el planeta Marte, la ingeniosa cronología de los
cuentos, la emoción, la crítica y la nostalgia impresas en cada
página, por mucho tiempo fue mi libro favorito, luego vino “El
Hombre ilustrado” y después, una novela, “La Feria de las
tinieblas” ¡Wow! Qué increíble historia, me conmocionó el hecho
de que los protagonistas tuvieran mi edad, catorce años, y todas las
maravillas terroríficas impregnadas en todo el libro: El señor
eléctrico, el hombre ilustrado, enanos y un carrusel que rejuvenece
o envejece al usuario dependiendo en que sentido vaya, lo leí con
mucha avidez y la satisfacción de terminarlo fue tremenda. Sin
embargo, uno de mis cuentos favoritos, viene en el libro “Las
doradas manzanas del sol” fue en uno de los larguísimos viajes de
autobús en camino a la escuela (iba en el CCH) que leí el tierno y
dulce cuento “La bruja de abril”, al acabarlo de leer aún
sentado en el asiento del transporte público me dije “esto es lo
más bonito que he leído en mi vida”. Asimismo, Bradbury me
inspiró a escribir en mi pubertad y adolescencia, quería ser
escritor en un principio (más tarde llegó la música), de esa etapa
sólo conservo manuscritos ilegibles con pésima ortografía y
argumentos pobres. Empero, aun hoy lo considero una de mis más
grandes influencias.
Su
trabajo de guionista es notable, no he visto los episodios de la
dimensión desconocida inspirados en sus relatos, ni su show de tv
Bradbury Theater. Pero hubo dos encuentros en mi infancia con
Bradbury, dos largometrajes animados de hecho, que yo ni estaba
enterado que este gran hombre de Illinois estuviera atrás de ellos.
En canal cuatro, en un lejano especial de Halloween de mediados de
los noventa, pasaron “el árbol de noche de brujas” (de hecho
recibió un Emmy por ese guión), animación que no he vuelto a ver,
pero dejó un recuerdo imborrable en mi memoria, tanto que al
conseguir el libro una década después, me impresionó ya conocer
esa historia. Y la adaptación animada de “Las aventuras del
pequeño Nemo”, obra sublime de animación a la que no se le da
mucho crédito, hasta hace poco me enteré que el guión corrió a
cargo de mi gran héroe literario. Puedo pasármela días hablando de
mi primer escritor favorito y espero que este humilde y pobre
anecdotario del recuerdo que me dejaron sus valiosos libros sea una
introducción a la obra de este genial dador de fantasías. Quisiera,
antes de despedirme, mencionar otro hecho que motivó que la
desaparición de Bradbury me pesara. Hace una semana, comencé a
escribir dos ambiciosos cuentos, que pronto les mostrare, y al
momento de escribirlos pensé mucho en Bradbury. Fue el día de ayer,
cinco de junio, que no sé por qué razón, me imaginé a Ray
Bradbury, cansado y fastidiado, sacando una botella de vino de diente
de león de su natal Illinois, diciendo algo así de que ya estaba
cansado y era momento de partir, yo negué esa visión y me reprendí
“Bah, vivirá para siempre, así se lo dijo el hombre eléctrico”.
Resumiendo, puedo decir que Bradbury me enseñó amablemente el amor
hacia los libros y la lectura, me inspiró a escribir y me mostró
una faceta de mí mismo en cada uno de sus libros, además de ser una
persona que siempre quiso mucho al pueblo mexicano; en cada uno de
sus libros, al menos hay un cuento que destaque la alegría mexicana,
algo inusual en un escritor americano. Descanse en paz el maestro Ray
Bradbury (1920-2012).
México
D. F. 7 de junio del 2012.