Título:
North by Northwest
Dirigida
por: Alfred Hitchcock
Guión:
Ernest Lehman
Música:
Bernard Hermann
Actúan:
Gary Grant, Eva Marie Saint y James Mason
¿A quién no le gustaría, en algún momento de la vida,
experimentar una aventura? Un viaje que esté lleno de emoción,
suspenso, y grandes dosis de adrenalina. Creo que a muchos de
ustedes, queridos lectores, les gusta imaginar, como a mí, su vida
como una película. Por desgracia, la vida no está exenta de
imperfecciones. Idealizamos un momento o un plan futuro, casi
llegamos a creernos nuestros pronósticos y hasta repasamos
mentalmente unas cuantas líneas, llega la hora, y resulta de la
forma contraria a la que esperábamos. Es por eso que creo que el
cine es una verdadera maravilla y cumple una función social que
dista mucho de sólo entretener. Creo firmemente que es el medio más
eficaz de transmitir de manera masiva una ficción; un sueño
envuelto en celuloide. Pero no basta con transmitir una pequeña
mentira que tanto el espectador como el director saben que no es
real, hay que saber desarrollar una historia de tal manera que el
público se logré sumergir en la ficción que está presenciando, y
en definitiva, Hitchcock era un maestro para lograrlo.
North by Northwest (en España
conocida como “Con la muerte en los talones” en Latino América
como “Intriga internacional”) es un viaje sin precedentes por
algunos de los sitios más representativos de los Estados Unidos. El
punto de partida de esta increíble odisea de suspenso es en Nueva
York, donde el aburrido agente de publicidad, Roger Thornhill
(interpretado por el galante y genial Gary Grant), es confundido con
un agente del gobierno, y es perseguido por una organización que se
dedica a vender información clasificada del gobierno, liderada por
Vandamm (un James Mason desafiante y malévolo). Thornhill ignora
toda la maraña de intrigas y conspiraciones entre los agentes del
gobierno y los terroristas y con suma razón, ¡él toda su vida la
ha dedicado al negocio de la publicidad!, pero al huir del primer
intento por desaparecerlo, obligándolo a conducir totalmente
borracho en una autopista a alta velocidad, se topa con un nuevo
obstáculo a demás de Vandamm y sus secuaces: La incredulidad de la
policía... ¡y de su propia madre! Al intentar limpiar su nombre y
descubrir al “verdadero agente”, sus investigaciones lo llevan al
edificio de las naciones unidas, sólo para ser inculpado de la
muerte de un diplomático y convertirse en el enemigo público número
uno de toda la unión americana. Pero... no hay mal que por bien no
venga, y al abordar un tren que momentáneamente le permitirá burlar
a la justicia, conoce a la misteriosa femme
fatale, Eve
Kendall (una hermosa y sofisticada Eva Marie Saint, la clásica rubia
que no puede faltar en un film de Hitchcock) quien lo ayuda a
esconderse, ignorando que “casualmente” es la amante de su
antagonista, Vandamm. Y aquí llevamos apenas una cuarta parte de lo
que es la película, donde la acción es el plato fuerte, y el
incesante acecho y persecución en el que vemos sumergido al
protagonista, nos hace sentir como si nosotros fuéramos los
verdaderos actores de la película. Por un momento nos distanciamos
de nuestra vida, y somos Roger Thornhill, un hombre convertido en
agente secreto a la fuerza y que intenta desentrañar una
conspiración de alcance global, al mismo tiempo que intenta salvar a
la mujer que ama.
Me
gusta tanto North by Northwest que siempre que enciendo mi
computadora, veo el wallpaper de mi escena favorita, la de Thornhill
huyendo de un biplano en un desolado campo, escena parodiada y
homenajeada miles de veces por la televisión, como en el episodio de
los Simpson de cuando Marge intenta superar su miedo a volar y dentro
de sus traumas recuerda el sorpresivo, como también ridículo e
injustificado, ataque de un biplano sobre un maizal. Un homenaje que
sólo un verdadero cinéfilo puede detectar. También en la serie
“Padre de familia”, más específicamente en el episodio “Muerte
en Quajhog” sino me equívoco, donde Peter y Louis intentan huir de
un Mel Gibson enloquecido por que descubrieron su nuevo film de
tendencias religiosas, se parodia la escena final, que se desarrolla
en el famosísimo monte Rushmore. Estos dos ejemplos son una clara
muestra de lo que una película puede provocar en el imaginario
colectivo, demos gracias al cine por transportarnos a viajes que en
nuestra realidad resultan imposibles: Todos deseamos un poco de
emoción en nuestras vidas, pero nadie desearía ser perseguido por
un crimen que no cometimos, ser atacado por una avioneta que
violentamente dispara contra nosotros en un campo desolado
(¡totalmente descubiertos y desarmados!), conducir a alta velocidad
alcoholizados o enfrentar a unos maleantes en un monumento histórico,
con grandes posibilidades de caer al vacío en el menor descuido (es
sello de Hitchcock llevar el climax de la cinta en monumentos
cívicos).
El guión de Lehman y las actuaciones del reparto son tan
convincentes y redondas, que uno ignora que la madre de Thornhill,
bien podría ser su contemporánea (Jessie Royce Landis tenía la
misma edad de Gary Grant). Pero dejando a un lado lo envolvente que
es la película, se nos muestra un mensaje maravilloso, sin importar
los defectos que uno tenga, cualquiera puede ser un héroe, siempre y
cuando sepa asumir su rol, no importa los obstáculos que se
presenten. A final de cuentas, creo que todos tenemos un poco de
Thornhill en nuestro ser, en cada situación extraordinaria que
logramos resolver, en cada apuro en que salimos campantes, ahí
estará el espíritu de la película “North by Nortwest”.
La música Bernard Hermann es épica y realmente complementa las
escenas de acción de una manera sublime, la fotografía es hermosa y
majestuosa (en especial la escena del biplano y un encuadre, a manera
de vista de pájaro, de la vista de un piso muy superior del edifico
de las naciones unidas), un clásico que no sólo les mostrará lo
que es capaz un hombre en situaciones extrema, sino también
descubrirán como una madre sobreprotectora puede poner en vergüenza
a su hijo... ¡enfrente de sus posibles asesinos en medio de un
ascensor!
En conclusión: Un verdadero monumento al cine de acción y
suspenso, de las mejores de Hitchcock.
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